El Perrojuan se lo ha ganado a pulso, por algo le llaman “el
Bukowski cubano”, y además Bukowski se cagaba en la beat y tenía razón, así que
si nos ponemos puristas lo mandamos todo al carajo, y nada de purismos por
aquí, sobre todo de los puritanismos, que de eso nunca vamos faltos, no, no. El
asunto ya quedó clarísimo en la lejana Anexia con aquella Trilogía Sucia de la
Habana que alguno de estos lustros volveremos a revisar, por aquello de no
olvidar la sabrosura, mi hermano...
Sin embargo, este cartucho tan reciente se nos queda un poco
atravesado de por sí, con tantísima mala folla (no se le critica, que cuenta
cosas duras de verdad) y tan poco salsón, pero cuando es necesario es
necesario, y aquí tal vez lo era. ¿Será este el mejor libro (por aquello de ser
el más serio) del Perrojuan y me estaré yo equivocando? Pues no puta idea, pero
lo que sí es verdad es que he disfrutado de leérmelo en Tánger, y que el
Perrojuan se queda por derecho propio, haga lo que haga.
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